miércoles, 2 de diciembre de 2009

Entrevistas Compas



Name: Sam Deckers


Age: 23 (12 may 1986)


Country, city: Belgium, Antwerp (Amberes en español)


What do you study: Periodismo, audiovisual


Why did you come to Universidad de Navarra: 1: because I wanted to go to spain, 2: Because it is said to be the best school to study journalism in Spain, 3: I visited Pamplona before and I absolutely loved it and wanted to live there.


In what would you like to work in the future, in which country, in which company: I would like to work for a newspaper, writing stories, taking pictures, interviewing a lot of people and travelling a lot. My dream is to be a foreign reporter for a Belgian newspaper or television channel.


Would you like to work taking photos, why: Yes, I would like to work in journalism. Photografy is an important part of that. Pictures are important for papers to grab the readers attention, and they are also able to give crusial information that is impossible to grasp with just words.




Nombre: José Miguel Sánchez

Edad: 20

País, ciudad: Villava, Navarra, España

Carrera y año que cursas: Periodismo

Por qué elegiste la Universidad de Navarra: Siempre me ha gustado escribir, siempre ha sido lo que mejor se me ha dado. Me gustaron las historias, leer, la prensa, la actualidad... y pensé que no estaría nada mal dedicarse a algo que te apasiona.

Si trabajas, en qué: Mi sueño es poder escribir un libro. Un sueño demasiado elevado que espero cumplir algún día. De todas formas, trabajar como reportero en cualquier medio del mundo sería increíble.

En qué te gustaría trabajar en el futuro, en qué ciudad, en qué empresa, haciendo qué: Me gustaría ser crítico de cine, ver películas como un loco, hablar sobre ellas, ir a festivales...

Te gustaría trabajar como fotógrafo en algún momento, por qué: Me encantaría. Pero creo que todavía me quedan muchos conocimientos por aprender, una buena cámara por comprarme y mucho mucho trabajo. Aun así, y después de esta asignatura, es una vía que no descarto para nada.


Entrevista - Perfil


Como soy alumna internacional a la hora de elegir a alguien para hacer un perfil o entrevista me gustaría escribir acerca de personas que hayan facilitado mi estadía en la Universidad de Navarra. Por eso, además de hacerle entrevistas a mis compañeros de clase, ya sea internacionales como yo o de España, me interesaba la idea de escribir también acerca de alguien que haya ayudado como miembro de Relaciones Exteriores: John Rueda.



¿A qué se dedica? Trabajar como International Student Coordinator en el Servicio de Relaciones Internacionales de la Universidad de Navarra.



¿En qué consiste? El trabajo consiste en mantener relaciones con los alumnos internacionales, que están de intercambio o de Erasmus, con el fin de poder facilitarles la vida en Pamplona. Por eso, en el Servicio de Relaciones Internacionales te ayudan desde el momento en que aplicas a la Universidad de Navarra, ya sea enviándote mails con información sobre la Universidad, sobre lo que hay que llevar de viaje, lo que es imprescindible de llevar a Pamplona para la estadía, ya sea desde ropa u objetos como enchufes y tales. Se trata de aconsejar y ayudar a las personas que van a ir a estudiar a la Universidad de Navarra ya desde antes de llegar al lugar, es decir desde antes de viajar. Por eso cuando aún estás en tu casa de origen, en tu país, recibes noticias de la Universidad, mails donde te informan acerca de las Jornadas de Integración que tienen lugar los primeros días del semestre. También se ayuda a facilitar el hospedaje de los estudiantes en la ciudad de Pamplona, mismo hay una sección en la página de la Universidad en la que se ofrecen diferentes alojamientos, y se puede averiguar acerca de pisos, colegios mayores, residencias, y demás lugares de hospedaje durante la estancia.



¿Qué se hace en las Jornadas de integración? En las Jornadas de Integración, como bien lo dice la palabra se busca integrar a los futuros alumnos, por eso se imparten determinadas actividades, y se establecen grupos que compiten en juegos, y ayudan a que las personas se conozcan entre sí, más teniendo en cuenta que a veces hay personas provenientes de 50 países diferentes, como este año.

¿Qué otras actividades se hacen? Algunas actividades que se hacen consisten en hacer paseos con los alumnos de intercambio, como ir a San Sebastián en los primeros días de llegada, organizar karaokes, organizar encuentros en lugares como La Facultad, hacer viajes como a Barcelona, Olite, e incluso ir a surfear. También organizar eventos de despedida de los alumnos cuando llega el momento.



Personalmente las personas de Relaciones Internacionales me han ayudado desde el comienzo, cuando todavía estaba en mi casa en Uruguay. Recibí mails en los que me informaban acerca de los eventos a realizarse como Jornadas de Integración, también pedí consejos de alojamiento y recuerdo que John Rueda me contestó facilitándome la búsqueda en la página de la Universidad de Navarra. También me sentí integrada al unirme en grupos de alumnos internacionales en Facebook, en donde podía ver a otras personas que también irían el mismo semestre, y pude acceder a relacionarme con la Universidad gracias a Relaciones Internacionales, donde se me ofreció incluso a un mentor.





martes, 1 de diciembre de 2009

Steve McCurry





Steve McCurry nació en Philadelphia el 24 de febrero de 1950, y es considerado como uno de los mejores fotógrafos del mundo. Es un periodista estadounidense, mundialmente conocido por ser el autor de la fotografía La niña afgana, aparecida en la revista National Geographic en junio de 1985.


Su carrera de fotógrafo comenzó con la invasión soviética de Afganistán. También ha cubierto otros conflictos internacionales como la guerra entre Iraq e Irán o la Guerra del Golfo.



En 1984 fue ganador del premio al mejor fotógrafo por la Asociación de Fotógrafos de Prensa.
Ademas es autor de varios libros, entre los que destacan:



The Path to Buddha: A Tibetan Pilgrimage Phaidon Press Limited, 2003


Sanctuary Phaidon Press Limited, 2002


South Southeast Phaidon Press Limited, 2000


Monsoon Thames and Hudson, 1995


Portraits Phaidon Press Limited, 1999


The Imperial Way Houghton-Mifflin Company, 1985



Colaborador habitual de National Geographic y de numerosas publicaciones fotográficas, el reconocimiento le llegó de la mano de la que fue su mejor fotografía, mencionada anteriormente. Fue en 1984 cuando realizó la toma: el rostro de una muchacha afgana en el campamento de refugiados de Nasir Bagh en Peshawar (Pakistán). Los ojos de la chica dieron la vuelta al mundo en la que fue la portada más sonada de National Geographic.

Diecisiete años después, McCurry quiso averiguar qué había sido de la chica, de la que no conocía ni su nombre, por lo que decidió volver a la región fronteriza entre Afganistán y Pakistán. Era su última oportunidad de localizarla, pues el campamento de refugiados sería cerrado. Para identificar con seguridad a la chica en caso de encontrarla procedió a escanear el iris de sus ojos a partir de la fotografía. Acompañado en su búsqueda por Rahimullah, un importante periodista del país, sólo obtenía falsas pistas, mujeres con un sorprendente parecido físico, rumores de que falleció a los trece años de edad a causa del parto de su primer hijo, entre otras. Desalentado regresa a Estados Unidos, aunque dejando a Rahimullah continuar con la búsqueda. Rahimullah encuentra a un hombre que asegura ser el hermano de la muchacha de la foto, así que junto a Boyd Matson, compañero de McCurry, se presentaron en su casa. Afortunadamente lograron obtener el permiso del marido y de sus tres hermanos para hablar con ella y verla, pero con el rostro oculto tras un velo.Ya sabían su nombre: Sharbat Gula. La periodista Carrie Regan, encargada de hablar con ella y hacerle unas fotos, dijo de su entrevista con la refugiada que pertenecía a la etnia pastún, casada y con tres hijas. Se desconocía su año de nacimiento, pero calculaba que tenía alrededor de 30 años. Finalmente, tras la autentificación del iris e investigaciones del FBI, se llega a la conclusión de que se trata de la misma persona, por lo que Steve McCurry se desplazó inmediatamente a Pakistán, donde se produjo el encuentro entre ambos. Autorizado a volver a fotografiarla, las nuevas imágenes de Sharbat muestran el deterioro causado por el paso del tiempo debidas a la marginación propia de su sexo y las penalidades de ser una refugiada.













Entrevista por Eduardo Parra a Steve McCurry


"Estad dispuestos a trabajar"


Al mismo tiempo que Madrid se convierte en la meca de la fotografía gracias a PHotoEspaña, Steve McCurry, ajeno a este festival, ha estado en la capital presentando su exposición "Pilgrimage". Con una apretadísima agenda promocional, el autor de la portada más famosa de National Geographic concedió una entrevista a QUESABESDE.COM durante la que demostró su espíritu curioso -interrogó al entrevistador por su grabadora, su cámara e incluso su PDA- y se sinceró.


¿Cómo consigues esa luz?
Creo que es sencillamente porque he estado observando la luz y haciendo fotografías durante 25 años. Me he esforzado por obtener un cierto tipo de fotografía y he buscado un cierto tipo de luz.


¿Cuánto tiempo puede pasar desde que ves un encuadre que te gusta y encuentras la luz que consideras idónea?
Puede ser en un instante, o puedes ver algo y volver al día siguiente o por la tarde. Pero a veces ocurre muy deprisa, justo en aquel momento.


¿Llevas con la cámara un saquito de paciencia también?
No, es algo similar a la paciencia… [reflexiona un buen rato] Pero la palabra que mejor lo describiría es búsqueda. Quizás paciencia implica ser pasivo e inactivo. Es más una búsqueda, una búsqueda activa.


¿Interactúas mucho con la gente y el paisaje a los que fotografías, o es todo espontáneo?
Es espontáneo. Hay una mujer en la fotografía [refiriéndose a una de sus imágenes expuestas], que está con un caballo y lleva esa suerte de chubasquero. Estaba andando alrededor de este monasterio y la seguí quizás durante veinte minutos o media hora… o quizás más. Fue muy espontánea. Estaba buscando algo concreto y me llevó un buen rato capturarlo.


Hay otra fotografía de unos monjes budistas andando por la calle con paraguas. Les vi por casualidad una noche y les seguí quizás durante -otra vez- media hora, fotografiando distintas escenas, distintos fondos… esperando el momento adecuado. ¿Es éste el momento? ¿Es éste el momento? Disparando, disparando, disparando… Y me llevó un buen rato dar con el momento adecuado.

¿Cuánto tiempo estás fuera haciendo un reportaje?
Quizás un mes o seis semanas cada vez.


Si tuvieras menos tiempo, ¿podrías hacer fotos tan buenas, o el tiempo limita la creatividad?
Bueno, con más tiempo trabajas más y tienes más oportunidades de hacer un buen trabajo. En una semana o dos, seguro [que haría buenas fotos], pero con más tiempo puedes trabajar más.


¿Tienes algún secreto o consejo que quieras compartir con los fotógrafos que empiezan?
No tengo secretos. Y consejos… quizás que probablemente [ser un buen fotógrafo] lleva mucho más trabajo del que se está dispuesto a hacer. Así que estad dispuestos a trabajar. Así de sencillo.


Mucha gente conoce la fotografía de la niña afgana, pero no son tantos los que conocen a su autor.


¿Te resulta incómodo que tu obra haya superado a tu nombre?
Yo no lo veo así. Incluso quienes apenas están interesados en la fotografía conocen aquella imagen. He recibido un gran reconocimiento por mi trabajo. Esa imagen es tan famosa que estoy convencido de que mucha gente la conoce y no me conoce a mí, y no por esto me siento incómodo.


Hay muchos a quienes la mirada terriblemente dura de aquella niña puede haberles cambiado la forma de ver la vida. ¿Cómo te sientes por ello?
Creo que tuvo un efecto positivo. He recibido muchas cartas durante años, y muchas de esas personas se han inspirado o han sacado algún provecho de la imagen. Hay quienes se han hecho voluntarios en campos de refugiados en Afganistán.


Hablando de la parte más superficial de tu obra, ¿qué equipo utilizas?
Utilizo una cámara digital Nikon D2X y una de carrete Nikon F100, y empleo sobre todo ópticas de 50 milímetros, 35 milímetros… y a veces 28 y quizás 85.


Compaginas fotografía digital con película, entonces.


¿Y no le pones ningún reparo a esta nueva era digital?
No.

Hay una leyenda urbana que decía que un fotógrafo de National Geographic tiraba cuatro, cinco, diez, incluso veinte carretes para una foto. ¿Te ha cambiado la forma de trabajar la fotografía digital?
No, eso no tiene nada que ver con hacer buenas fotos. Qué importa si haces una o un millón de imágenes. El hecho de cuántas fotos hagas no tiene nada que ver con que obtengas buenas fotos.


¿Te molesta el factor de recorte que conlleva el uso de cámaras con estos sensores de tamaño APS?
Para nada.


¿Te afecta en algún sentido la continua actualización de equipos a los que nos tienen acostumbradas las principales marcas del sector?
No es un problema; así es el mundo en el que vivimos. Quizás sí que la fotografía evoluciona tan rápido, y nosotros vamos actualizándonos.


¿Te das cuenta de que has tirado por el suelo el mito del fotógrafo de National Geographic y su Leica? No has mencionado para nada a esta marca…
¡Eran muy pocos! Quizás ahora hay uno o dos. La mayoría utilizan Canon o Nikon, y pocos usan Leica.


¿Está sobrevalorado el nombre de Leica hoy día?
Hace tiempo, en los años treinta o cuarenta, había muy pocas buenas cámaras en miniatura [en referencia a las Leica de entonces], pero ahora hay un montón de buenas cámaras, más sofisticadas que entonces. Hay mucha más competitividad ahora.


¿Qué tal te desenvuelves con el ordenador a la hora de retocar?
Lo hacen mis asistentes.
Es una de las ventajas de llevar tanto tiempo trabajando.
¡Cierto!


Y sobre el terreno, ¿es tan importante el trabajo de los asistentes?
No, lo hago todo yo. Sí tengo un asistente, como traductor, cuando voy a países extranjeros, pero yo mismo hago todo el trabajo con la cámara.


De todas las fotos que has hecho, ¿con cuál te quedas?
Me gusta la foto de la tormenta de arena, porque es muy espontánea. Es como un drama, con todas esas mujeres juntas protegiéndose de la tormenta. Sí, es mi imagen preferida.


¿Crees que llegará el día en que hagas una fotografía que jamás puedas superar? No, porque la vida cambia y siempre exploras nuevos lugares, y cuando vas ahí continúas aprendiendo. Creo que es bueno no dejar de mirar y observar.



Cita del fotógrafo McCurry sacada del libro de Phaidon


"En el Retrato espero el momento en el que la persona se halla desprevenida, cuando afloran en su cara la esencia de su alma y de sus experiencias.... Si encuentro a la persona o el tema oportuno, en ocasiones regreso una, dos, o hasta media docena de veces, siempre esperando el instante justo. A diferencia del escritor, en mi trabajo, una vez que tengo hecha las maletas, ya no existe otra oportunidad para un nuevo esbozo. O tengo la foto o no. Esto es lo que guía y obsesiona al fotógrafo profesional, el ahora o nunca. Para mí, los retratos de este libro transmiten un deseo de relación humana, un deseo tan fuerte que gente que sabe que no me volverá a ver nunca más se abre a la cámara, esperando que alguien lo observe al otro lado, alguien que ría o sufra con ella."




















Bodega Otazu




















La Bodega Otazu se encuentra enmarcada entre la Sierra del Perdón y la Sierra de Echauri, con el río Arga como delimitador de la propiedad, y es un referente para Navarra y España en sí cuando se habla de vinos, y especialmente tintos. Los suelos de las 115 hectáreas del Señorío son pedregosos y muy permeables, y constituyen una riqueza enológica de primer orden, lo que permite obtener racimos de máxima calidad. El terreno se divide en 18 parcelas, con sus correspondientes y distintos clones, adaptados a las características de cada sección del suelo, y que se cultivan por separado en función de sus peculiaridades.

La bodega trata de preservar la herencia de un Señorío del siglo XII, manteniendo su estructura semejante a la de los chateaux bordeleses. Esa fue una de las condiciones a la hora de crear nuevos espacios de vinificación, por el respeto que tiene la bodega a la tradición histórica del entorno.

La Bodega Otazu cuenta con nueve bóvedas subterráneas de hormigón, y presenta una deslumbrante sala de barricas de roble francés, que constituye sin duda una de las obras más emblemáticas en el mundo del vino, y es además reconocida en el mundo por su diseño y arquitectura.

A la hora de la elaboración de los vinos, respeta las tradiciones heredadas y los trabajos de origen y manuales, así como incorpora técnicas nuevas que favorecen la elaboración de los mejores vinos blancos y tintos.

Toda esta información brindada anteriormente fue obtenida de la visita que hicimos a la Bodega de Otazu en las afueras de Pamplona junto con la clase de Fotoperiodismo. Tuvimos la oportunidad de conocer un lugar diferente, y muy interesante no sólo por la actividad que practican sino por la arquitectura y el diseño que tiene el lugar, que sin dudas llama mucho la atención y da un valor agregado al lugar. Así como disfrutar de una visita por la bodega, pudimos fotografiar los diferentes lugares que recorrimos, y terminar la estancia con un aprendizaje de cata de vinos. Sin dudas una experiencia única y recomendable para todos aquellos que puedan hacerlo.











Rincones de Pamplona


















Pamplona ofrece diferentes lugares turísticos y de atracción por su relevancia cultural. Al vivir en esta ciudad desde hace poco tiempo capaz me llamaran la atención cosas que al espectador común o habituado a vivir en el lugar, por un tema de costumbre, no le llaman o no se detendría a mirar. Por eso en ocasión de esta práctica me dediqué a sacar fotografías a aquellos rincones de Pamplona que me parecieron interesantes para mostrar. Así saqué fotografías a la Plaza del Castillo, que sería la Plaza Mayor de esta ciudad, que se puede decir que tiene un gran parecido con otras de las Plaza Mayor que hay a lo largo de España y que tuve la ocasión de visitar como en Madrid, Mallorca, Barcelona, Valencia. También me pareció interesante retratar los edificios que hay en la parte antigua de la ciudad, el llamado Casco Viejo, que se pueden ver desde la misma Plaza del Castillo, y que destacan por su estructura y colores. En Uruguay no estoy acostumbrada a ver ese tipo de edificios al estilo antiguo, con sus pequeños balcones, con colores amarillentos, rojizos, marrones, que se sitúan en calles angostas. Al retratar rincones de Pamplona no podía dejar de mostrar la Ciudadela. Es un lugar muy lindo, que cuenta con grandes espacios de predios verdes, entre los que se levantan murallas reconstruidas con el mismo estilo que solían tener en el pasado. Así como las murallas, puentes, y predios, también destacan otros elementos como los cañones, que también se encuentran situados en la Ciudadela. Sin dudas esta ciudad es reconocida por sus corridas de toros, los San Fermines, y por eso no podía faltar una fotografía al monumento que retrata a estas corridas tan conocidas en el mundo, y que sin duda constituyen un símbolo de Pamplona.



lunes, 2 de noviembre de 2009

El Cuento de Navidad de Auggie Wren

Este relato de Paul Auster apareció publicado por primera vez el 25 de diciembre de 1990, en el NY Times. Los que hayáis visto la película Smoke y/o Blue in the face, codirigido por el escritor, reconoceréis algunos detalles.


Le oí este cuento a Auggie Wren.Dado que Auggie no queda demasiado bien en él, por lo menos no todo lo bien que a él le habría gustado, me pidió que no utilizara su verdadero nombre. Aparte de eso, toda la historia de la cartera perdida, la anciana ciega y la comida de Navidad es exactamente como él me la contó.

Auggie y yo nos conocemos desde hace casi once años.Él trabaja detrás del mostrador de un estanco en la calle Court, en el centro de Brooklyn, y como es el único estanco que tiene los puritos holandeses que a mí me gusta fumar, entro allí bastante a menudo. Durante mucho tiempo apenas pensé en Auggie Wren. Era el extraño hombrecito que llevaba una sudadera azul con capucha y me vendía puros y revistas, el personaje pícaro y chistoso que siempre tenía algo gracioso que decir acerca del tiempo, de los Mets o de los políticos de Washington, y nada más.
Pero luego, un día, hace varios años, él estaba leyendo una revista en la tienda cuando casualmente tropezó con la reseña de un libro mío. Supo que era yo porque la reseña iba acompañada de una fotografía, y a partir de entonces las cosas cambiaron entre nosotros. Yo ya no era simplemente un cliente más para Auggie, me había convertido en una persona distinguida. A la mayoría de la gente le importan un comino los libros y los escritores, pero resultó que Auggie se consideraba un artista. Ahora que había descubierto el secreto de quién era yo, me adoptó como a un aliado, un confidente, un camarada. A decir verdad, a mí me resultaba bastante embarazoso. Luego, casi inevitablemente, llegó el momento en que me preguntó si estaría yo dispuesto a ver sus fotografías. Dado su entusiasmo y buena voluntad, no parecía que hubiera manera de rechazarle.
Dios sabe qué esperaba yo. Como mínimo, no era lo que Auggie me enseñó al día siguiente.En una pequeña trastienda sin ventanas abrió una caja de cartón y sacó doce álbumes de fotos negros e idénticos. Dijo que aquélla era la obra de su vida, y no tardaba más de cinco minutos al día en hacerla. Todas las mañanas durante los últimos doce años se había detenido en la esquina de la Avenida Atlantic y la calle Clinton exactamente a las siete y había hecho una sola fotografía en color de exactamente la misma vista. El proyecto ascendía ya a más de cuatro mil fotografías. Cada álbum representaba un año diferente y todas las fotografías estaban dispuestas en secuencia, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, con las fechas cuidadosamente anotadas debajo de cada una.
Mientras hojeaba los álbumes y empezaba a estudiar la obra de Auggie, no sabía qué pensar. Mi primera impresión fue que se trataba de la cosa más extraña y desconcertante que había visto nunca. Todas las fotografías eran iguales. Todo el proyecto era un curioso ataque de repetición que te dejaba aturdido, la misma calle y los mismos edificios una y otra vez, un implacable delirio de imágenes redundantes. No se me ocurría qué podía decirle a Auggie; así que continué pasando las páginas, asintiendo con la cabeza con fingida apreciación. Auggie parecía sereno, mientras me miraba con una amplia sonrisa en la cara, pero cuando yo llevaba ya varios minutos observando las fotografías, de repente me interrumpió y me dijo:
- Vas demasiado deprisa. Nunca lo entenderás si no vas más despacio.
Tenía razón, por supuesto. Si no te tomas tiempo para mirar, nunca conseguirás ver nada. Cogí otro álbum y me obligué a ir más pausadamente. Presté más atención a los detalles, me fijé en los cambios en las condiciones meteorológicas, observé las variaciones en el ángulo de la luz a medida que avanzaban las estaciones. Finalmente pude detectar sutiles diferencias en el flujo del tráfico, prever el ritmo de los diferentes días (la actividad de las mañanas laborables, la relativa tranquilidad de los fines de semana, el contraste entre los sábados y los domingos). Y luego, poco a poco, empecé a reconocer las caras de la gente en segundo plano, los transeúntes camino de su trabajo, las mismas personas en el mismo lugar todas las mañanas, viviendo un instante de sus vidas en el objetivo de la cámara de Auggie.
Una vez que llegué a conocerles, empecé a estudiar sus posturas, la diferencia en su porte de una mañana a la siguiente, tratando de descubrir sus estados de ánimo por estos indicios superficiales, como si pudiera imaginar historias para ellos, como si pudiera penetrar en los invisibles dramas encerrados dentro de sus cuerpos. Cogí otro álbum. Ya no estaba aburrido ni desconcertado como al principio. Me di cuenta de que Auggie estaba fotografiando el tiempo, el tiempo natural y el tiempo humano, y lo hacía plantándose en una minúscula esquina del mundo y deseando que fuera suya, montando guardia en el espacio que había elegido para sí Mirándome mientras yo examinaba su trabajo, Auggie continuaba sonriendo con gusto. Luego, casi como si hubiera estado leyendo mis pensamientos, empezó a recitar un verso de Shakespeare.
- Mañana y mañana y mañana - murmuró entre dientes -, el tiempo avanza con pasos menudos y cautelosos.
Comprendí entonces que sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Eso fue hace más de dos mil fotografías. Desde ese día Auggie y yo hemos comentado su obra muchas veces, pero hasta la semana pasada no me enteré de cómo había adquirido su cámara y empezado a hacer fotos. Ése era el tema de la historia que me contó, y todavía estoy esforzándome por entenderla.
A principios de esa misma semana me había llamado un hombre del New York Times y me había preguntado si querría escribir un cuento que aparecería en el periódico el día de Navidad. Mi primer impulso fue decir que no, pero el hombre era muy persuasivo y amable, y al final de la conversación le dije que lo intentaría. En cuanto colgué el teléfono, sin embargo, caí en un profundo pánico. ¿Qué sabía yo sobre la Navidad?, me pregunté. ¿Qué sabía yo de escribir cuentos por encargo?
Pasé los siguientes días desesperado; guerreando con los fantasmas de Dickens, O. Henry y otros maestros del espíritu de la Natividad. Las propias palabras “cuento de Navidad” tenían desagradables connotaciones para mí, en su evocación de espantosas efusiones de hipócrita sensiblería y melaza. Ni siquiera los mejores cuentos de Navidad eran otra cosa que sueños de deseos, cuentos de hadas para adultos, y por nada del mundo me permitiría escribir algo así.Sin embargo, ¿cómo podía nadie proponerse escribir un cuento de Navidad que no fuera sentimental? Era una contradicción en los términos, una imposibilidad, una paradoja. Sería como tratar de imaginar un caballo de carreras sin patas o un gorrión sin alas.
No conseguía nada. El jueves salí a dar un largo paseo, confiando en que el aire me despejaría la cabeza. Justo después del mediodía entré en el estanco para reponer mis existencias, y allí estaba Auggie, de pie detrás del mostrador, como siempre. Me preguntó cómo estaba. Sin proponérmelo realmente, me encontré descargando mis preocupaciones sobre él.
- ¿Un cuento de Navidad? - dijo él cuando yo hube terminado. ¿Sólo es eso?
Si me invitas a comer, amigo mío, te contaré el mejor cuento de Navidad que hayas oído nunca. Y te garantizo que hasta la última palabra es verdad.
Fuimos a Jack’s, un restaurante angosto y ruidoso que tiene buenos sandwiches de pastrami y fotografías de antiguos equipos de los Dodgers colgadas de las paredes. Encontramos una mesa al fondo, pedimos nuestro almuerzo y luego Auggie se lanzó a contarme su historia.
- Fue en el verano del setenta y dos - dijo. Una mañana entró un chico y empezó a robar cosas de la tienda. Tendría unos diecinueve o veinte años, y creo que no he visto en mi vida un ratero de tiendas más patético. Estaba de pie al lado del expositor de periódicos de la pared del fondo, metiéndose libros en los bolsillos del impermeable. Había mucha gente junto al mostrador en aquel momento, así que al principio no le vi. Pero cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, empecé a gritar. Echó a correr como una liebre, y cuando yo conseguí salir de detrás del mostrador, él ya iba como una exhalación por la avenida Atlantic. Le perseguí más o menos media manzana, y luego renuncié. Se le había caído algo, y como yo no tenía ganas de seguir corriendo me agaché para ver lo que era.
Resultó que era su cartera. No había nada de dinero, pero sí su carnet de conducir junto con tres o cuatro fotografías. Supongo que podría haber llamado a la poli para que le arrestara. Tenía su nombre y dirección en el carnet, pero me dio pena. No era más que un pobre desgraciado, y cuando miré las fotos que llevaba en la cartera, no fui capaz de enfadarme con él. Robert Goodwin. Así se llamaba. Recuerdo que en una de las fotos estaba de pie rodeando con el brazo a su madre o abuela. En otra estaba sentado a los nueve o diez años vestido con un uniforme de béisbol y con una gran sonrisa en la cara. No tuve valor. Me figuré que probablemente era drogadicto. Un pobre chaval de Brooklyn sin mucha suerte, y, además, ¿qué importaban un par de libros de bolsillo? Así que me quedé con la cartera. De vez en cuando sentía el impulso de devolvérsela, pero lo posponía una y otra vez y nunca hacía nada al respecto. Luego llega la Navidad y yo me encuentro sin nada que hacer. Generalmente el jefe me invita a pasar el día en su casa, pero ese año él y su familia estaban en Florida visitando a unos parientes. Así que estoy sentado en mi piso esa mañana compadeciéndome un poco de mí mismo, y entonces veo la cartera de Robert Goodwin sobre un estante de la cocina. Pienso qué diablos, por qué no hacer algo bueno por una vez, así que me pongo el abrigo y salgo para devolver la cartera personalmente.
La dirección estaba en Boerum Hill, en las casas subvencionadas. Aquel día helaba, y recuerdo que me perdí varias veces tratando de encontrar el edificio. Allí todo parece igual, y recorres una y otra vez la misma calle pensando que estás en otro sitio. Finalmente encuentro el apartamento que busco y llamo al timbre. No pasa nada. Deduzco que no hay nadie, pero lo intento otra vez para asegurarme. Espero un poco más y, justo cuando estoy a punto de marcharme, oigo que alguien viene hacia la puerta arrastrando los pies. Una voz de vieja pregunta quién es, y yo contesto que estoy buscando a Robert Goodwin.
- ¿Eres tú, Robert? - dice la vieja, y luego descorre unos quince cerrojos y abre la puerta.
Debe tener por lo menos ochenta años, quizá noventa, y lo primero que noto es que es ciega.
- Sabía que vendrías, Robert - dice -. Sabía que no te olvidarías de tu abuela Ethel en Navidad.
Y luego abre los brazos como si estuviera a punto de abrazarme.
Yo no tenía mucho tiempo para pensar, ¿comprendes? Tenía que decir algo deprisa y corriendo, y antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, oí que las palabras salían de mi boca.
- Está bien, abuela Ethel - dije.- He vuelto para verte el día de Navidad.
No me preguntes por qué lo hice. No tengo ni idea. Puede que no quisiera decepcionarla o algo así, no lo sé. Simplemente salió así y de pronto, aquella anciana me abrazaba delante de la puerta y yo la abrazaba a ella. No llegué a decirle que era su nieto. No exactamente, por lo menos, pero eso era lo que parecía. Sin embargo, no estaba intentando engañarla. Era como un juego que los dos habíamos decidido jugar, sin tener que discutir las reglas. Quiero decir que aquella mujer sabía que yo no era su nieto Robert. Estaba vieja y chocha, pero no tanto como para no notar la diferencia entre un extraño y su propio nieto. Pero la hacía feliz fingir, y puesto que yo no tenía nada mejor que hacer, me alegré de seguirle la corriente.
Así que entramos en el apartamento y pasamos el día juntos. Aquello era un verdadero basurero, podría añadir, pero ¿qué otra cosa se puede esperar de una ciega que se ocupa ella misma de la casa? Cada vez que me preguntaba cómo estaba yo le mentía. Le dije que había encontrado un buen trabajo en un estanco, le dije que estaba a punto de casarme, le conté cien cuentos chinos, y ella hizo como que se los creía todos.
- Eso es estupendo, Robert - decía, asintiendo con la cabeza y sonriendo.Siempre supe que las cosas te saldrían bien.
Al cabo de un rato, empecé a tener hambre. No parecía haber mucha comida en la casa, así que me fui a una tienda del barrio y llevé un montón de cosas. Un pollo precocinado, sopa de verduras, un recipiente de ensalada de patatas, pastel de chocolate, toda clase de cosas.Ethel tenía un par de botellas de vino guardadas en su dormitorio, así que entre los dos conseguimos preparar una comida de Navidad bastante decente. Recuerdo que los dos nos pusimos un poco alegres con el vino, y cuando terminamos de comer fuimos a sentarnos en el cuarto de estar, donde las butacas eran más cómodas. Yo tenía que hacer pis, así que me disculpé y fui al cuarto de baño que había en el pasillo. Fue entonces cuando las cosas dieron otro giro. Ya era bastante disparatado que hiciera el numerito de ser el nieto de Ethel, pero lo que hice luego fue una verdadera locura, y nunca me he perdonado por ello.
Entro en el cuarto de baño y, apiladas contra la pared al lado de la ducha, veo un montón de seis o siete cámaras. De treinta y cinco milímetros, completamente nuevas, aún en sus cajas, mercancía de primera calidad. Deduzco que eso es obra del verdadero Robert, un sitio donde almacenar botín reciente. Yo no había hecho una foto en mi vida, y ciertamente nunca había robado nada, pero en cuanto veo esas cámaras en el cuarto de baño, decido que quiero una para mí. Así de sencillo. Y, sin pararme a pensarlo, me meto una de las cajas bajo el brazo y vuelvo al cuarto de estar.
No debí ausentarme más de unos minutos, pero en ese tiempo la abuela Ethel se había quedado dormida en su butaca. Demasiado Chianti, supongo. Entré en la cocina para fregar los platos y ella siguió durmiendo a pesar del ruido, roncando como un bebé. No parecía lógico molestarla, así que decidí marcharme. Ni siquiera podía escribirle una nota de despedida, puesto que era ciega y todo eso, así que simplemente me fui. Dejé la cartera de su nieto en la mesa, cogí la cámara otra vez y salí del apartamento. Y ése es el final de la historia.
- ¿Volviste alguna vez? - le pregunté.
- Una sola - contestó. Unos tres o cuatro meses después. Me sentía tan mal por haber robado la cámara que ni siquiera la había usado aún. Finalmente tomé la decisión de devolverla, pero la abuela Ethel ya no estaba allí. No sé qué le había pasado, pero en el apartamento vivía otra persona y no sabía decirme dónde estaba ella.
- Probablemente había muerto.
- Sí, probablemente.
- Lo cual quiere decir que pasó su última Navidad contigo.
- Supongo que sí. Nunca se me había ocurrido pensarlo.
- Fue una buena obra, Auggie. Hiciste algo muy bonito por ella.
- Le mentí y luego le robé. No veo cómo puedes llamarle a eso una buena obra.
- La hiciste feliz.Y además la cámara era robada. No es como si la persona a quien se la quitaste fuese su verdadero propietario.
- Todo por el arte, ¿eh, Paul?
- Yo no diría eso. Pero por lo menos le has dado un buen uso a la cámara.
- Y ahora tienes un cuento de Navidad, ¿no?
- Sí - dije -. Supongo que sí.
Hice una pausa durante un momento, mirando a Auggie mientras una sonrisa malévola se extendía por su cara.
Yo no podía estar seguro, pero la expresión de sus ojos en aquel momento era tan misteriosa, tan llena del resplandor de algún placer interior, que repentinamente se me ocurrió que se había inventado toda la historia. Estuve a punto de preguntarle si se había quedado conmigo, pero luego comprendí que nunca me lo diría. Me había embaucado, y eso era lo único que importaba. Mientras haya una persona que se la crea, no hay ninguna historia que no pueda ser verdad.
- Eres un as, Auggie - dije.
- Gracias por ayudarme.
- Siempre que quieras - contestó él, mirándome aún con aquella luz maníaca en los ojos.Después de todo, si no puedes compartir tus secretos con los amigos, ¿qué clase de amigo eres?
- Supongo que estoy en deuda contigo.
- No, no. Simplemente escríbela como yo te la he contado y no me deberás nada.
- Excepto el almuerzo.
- Eso es. Excepto el almuerzo.
Devolví la sonrisa de Auggie con otra mía y luego llamé al camarero y pedí la cuenta.

martes, 27 de octubre de 2009

6 Reglas de la composición

1- Sencillez: menos es igual a más. Se trata de que la fotografía no esté sobrecargada, que con lo necesario se diga todo. Para eso debe de tener un fondo sencillo, y ser sobria.







2- Tercios: Se trata de establecer zonas de influencia en donde tiene que estar el centro de atención de la fotografía. Se busca enfocar la mirada del espectador en aquello que nos interesa que vea, y para ello se utilizan las zonas de influencia. Esto se se hace dividiendo la imagen en dos líneas verticales y dos líneas horizontales, y en donde convergen dichas líneas, se establecen las zonas de atención.







3- Líneas (y curvas): Se trata de usar las líneas como conductoras de la visión, así como utilizar la repetición de líneas, las curvas, e incluso figuras como un triángulo. Estas ayudan a que converja la mirada en el punto de interés.




4- Equilibrio: Que exista un equilibrio entre los colores, las formas, y la luz, de modo de lograr una armonía.









5- Encuadre: Se trata de encuadrar la imagen de modo que vamos a dejar aquello que nos interesa que se vea, sin sacar o cortar algo que pueda ser interesante. Por ejemplo no cortar cabeza, brazos, y tratar de mantener el espacio al costado de la persona u objeto que puede estar bien que quede.







6- Relación figura-fondo:
Se busca evitar la confusión con el fondo. Para ello hay que tener cuidado con lo que hay detrás del objeto que estoy tomando, para que no se confunda con la foto y luego quede mal (como ocurre en los casos que pareciera que las personas tienen cuernos en la cabeza).